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Vanity Fea

Francamente

Viernes 15 de agosto de 2008

Me estoy terminando los Mitos de la Guerra Civil de Pío Moa, que me ha parecido excelente dentro de su abierta simpatía hacia el bando franquista: es un libro muy informado y crítico, y para nada la bazofia pseudohistórica que dicen Preston y otros—un juicio sectario éste, que de repente me los vuelve a ellos menos fiables, una vez leída la cuestión. Cuando Preston llama a Moa terrorista o fascista, dice que sus libros consisten en insultos y tergiversaciones, o cuando se niega despectivamente y "por principio" a debatir con él—ahora ya veo quién se autodescalifica a sí mismo por actitudes tendenciosas y sectarias.

Un detalle del final de la guerra: Negrín, escribiéndole a Indalecio Prieto, dice:

"Sea usted franco y un poquitín generoso, no lo he hecho tan mal..."

¿Será un lapsus, o ganas de cabrear? La interpretación es libre.

Y otra salida inesperada de Negrín—a quien Pío Moa reconoce sin embargo cierta coherencia en su opción deliberada por el estalinismo. Dice Negrín de los líderes del PNV y de los nacionalistas catalanes:

"Aguirre no puede resistir que se hable de España. En Barcelona afectan no pronunciar siquiera su nombre. Yo no he sido nunca lo que llaman españolista ni patriotero. Pero ante estas cosas, me indigno. Y si estas gentes van a descuartizar a España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos las entenderíamos nosotros o nuestros hijos, o quien fuere. Pero estos hombres son inaguantables. Acabarían por dar la razón a Franco."



Nada menos que Negrín. Esto según Azaña, en sus Memorias, volumen II.

También dijo Negrín, por cierto, que no fueron los franquistas quienes derrotaron a la República, sino "las asechanzas de unos cuantos malandrines", refiriéndose a las guerras intestinas y sublevaciones dentro del bando republicano. Es una opinión, y, francamente, las hay menos informadas.


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Moa es abucheado de modo casi unánime por la historiografía profesional universitaria, normalmente sin entrar a debatir sus interpretaciones ni datos, simplemente en una especie de ritual de chivo expiatorio.  No parece la opción más inteligente a tomar en un estudio histórico, y así se revela un cierto consenso sectario en torno a qué interpretaciones son admisibles y cuáles no son ni siquiera discutibles.  Una cierta reacción al respecto se apunta en este comentario de Pablo Sánchez León ("La objetividad como ortodoxia: los historiadores y el conocimiento de la Guerra Civil Española", en Guerra Civil: Mito y Memoria, ed. Julio Aróstegui y François Godicheau (Pons, 2006):

"son precisamente los pies de barro extraintelectuales de la historiografía sobre la guerra civil española los que incitan al revanchismo entre los excluidos de la ortodoxia dominante. El relativo best-seller que ha supuesto al obra de Pío Moa apunta en esta dirección: se trata de una obra que aspira a dar la vuelta a casi todas las convenciones sobre los orígenes de la guerra civil española. Escrita con ánimo de enjuiciar negativamente la labor de la izquierda política durante la República, hasta considerarla causante de la guerra, el valor de la obra no reside en la coherencia de sus hipótesis, sino en el público al que representa, esto es, una parte de la opinión pública que no se siente identificada con la actual interpretación ortodoxa de la guerra civil. Pero se trata de una obra que cumple los mínimos metodológicos para ser considerada un producto historiográfico: la interpretación de los hechos que hace no es mucho más parcial y subjetiva que las que se han impuesto durante los últimos treinta o cuarenta años". (128)


Paul Preston en Zaragoza

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