Teoría hegeliana de la apropiación (y de la vanidad de las obras)
viernes 31 de julio de 2009
Teoría hegeliana de la apropiación (y de la vanidad de las obras)
La apropiación ideológica es una cuestión muy central en la teoría materialista de la cultura, en concreto en el estudio de la recepción de obras clásicas. Los clásicos tienen un gran potencial ideológico, un "nombre", digamos, que conviene reclutar para que milite en las filas de uno. O, si la energía del clásico resulta ser intratablemente contraria o refractaria, conviene al menos desarrollar un discurso crítico que lo contenga o reoriente de modo que quede claro que es nuestro discurso el dominante y el que contiene al clásico y sabe explicarlo. Hay que señalar que por supuesto en el contexto adecuado, que es el que definimos nosotros mismos, nuestro discurso es siempre el más autorizado, el dominante y el que sienta cátedra—la medida que juzga a los demás discursos. Otra cosa será en otros contextos.
De esta cuestión de la apropiación han hablado entre otros, en relación a la obra de Shakespeare, Barbara Hodgdon (The Shakespeare Trade) y los autores de los ensayos reunidos en Political Shakespeare, editado por Alan Sinfield y Jonathan Dollimore, y en Shakespeare and Appropriation, editado por Christy Desmet y Robert Sawyer. De todos los bienes culturales británicos, Shakespeare es el mayor objeto de codicia y apropiación; quizá el mayor del mundo con la excepción de la Biblia (pero allí son muchos contra uno).
Bien, pues esta teoría, que algunos podrían considerar filomarxista y demás, puede encontrarse claramente expuesta en Hegel, que no era filomarxista. Claro, Hegel no lo plantea en términos de grupos sociales enfrentados, o culturas dominantes, sino que nos da el planteamiento individualista de la cuestión. Es precisamente en su discusión de las formas de realización del individuo en su acción, en la Fenomenología del Espíritu, donde se encuentra su exposición de la apropiación de la obra ajena. Allí habla de cómo un individuo se realiza en su trabajo, una noción que también deja huella en Marx. (Marx dijo de viejo "lo cierto es que no soy marxista"—no aclaró si hegeliano sí que era). La exposición de Hegel es de entrada un tanto exagerada: se explaya sobre cómo la acción humana puede considerarse como expresión del individuo, construcción de hecho del sujeto mismo, pues la individualidad es algo que se construye no mediante proyectos o ideas sino mediante las acciones que definen al individuo. Lo que me parece exagerado o extremo, o idealista, es la manera en que considera que la acción pueda caracterizar tan nítidamente al individuo: llega a decir que a este nivel no puede considerarse ni buena ni mala, ni lamentable ni loable, sino sólo característica.
Las frustraciones y fracasos se le pierden a Hegel por el camino, al parecer, y las desilusiones del individuo consigo mismo, aunque ya acabarán apareciendo. Exagerado, digo, pues más a menudo me parece que la acción del individuo no lo caracteriza ni lo retrata tanto, ni se espera de ella que lo haga, sino que queda desdibujada en la acción colectiva, en el trabajo reglamentado, etc. y bien poco hace al individuo como tal—como no lo haga individuo estandarizado, claro. Hace contar muy poco Hegel, en esta discusión del sujeto trazando su acción u obra, al azar, a la resistencia del material, a las circunstancias difíciles de amoldar, a lo imprevisible de la acción y reacción de los otros, que hacen que nuestra obra no sea tanto un retrato de nosotros mismos cuanto más bien un borfollo indefinible y heterogéneo de proyectos, logros, circunstancias e intenciones atisbadas. Luego volverá sobre ello.
Pero en fin, Hegel tiene claro qué es lo que nos lleva a actuar, y comienza ofreciéndonos una versión extremadamente intencionalista y optimista de la acción y del trabajo; nos muestra un individuo self-made, en el que lo que sale a la luz es lo que estaba implícito en él. Lo que se lleva a la acción efectiva es lo que el inviduo es, o más bien lo que iba a ser y efectivamente se hace. Aquí hay un poquillo de círculo vicioso, y de prospección retrospectiva de las que me gustan. O quizá esté mejor definido como un círculo hermenéutico de la acción y la temporalidad humana:
Vale: el sujeto se tira a la piscina, y hace su Acto, o su Obra. Lo divertido, o lo triste, es lo poco que queda de este Acto u Obra una vez va parar a la consideraciíon de los otros—los Otros, deberíamos llamarlos, tan ominosos son para el optimista Sujeto, que iba a retratarse y esculpirse mediante su acción. Ahora resulta que para los Otros esa acción no es sino una circunstancia más, no un Fin, sino un medio, porque los Otros no están por la labor de tu realización como Consciencia bla bla, sino que van a lo suyo, y cogen los materiales de que puedan echar mano, entre ellos tu Obra, o tu Retrato, o la Cosa que Hiciste, para su propio auto-bricolaje. Se apropian sin más ni mas de lo que hay, y van a lo suyo, que era lo nuestro, que es lograr su Fin, hacerse a sí mismos, externalizar su Esencia-que-será, por medio de su Acción. Este es el fragmento donde Hegel formula la teoría interaccional de la Apropiación. Lo traduciré teniendo en mente el ejemplo de la recepción de una obra literaria de la cual se apropia un antipático crítico: pero puede aplicarse a todo tipo de acción u obra humana, y a la respuesta que recibe por parte de los demás.
Aquí sí recibe atención la vanidad (la nada, digo) de los esfuerzos y logros, tras la vanidad (la fatuidad o presunción) que le lleva a uno a esculpirse a sí mismo en su acción, o en su Obra. Hegel lo expone como si esto siempre nos pillase de nuevas.
La obra pues, no permanece, sino que desaparece. Luego, esta "Desaparición" de la obra queda relativizada, al desaparecer también su "Desaparición". Y Hegel también se ocupa de contrastar (ahora sí) la distancia entre la intención y el resultado, entre lo que se pretendía hacer y lo que se ha hecho de verdad. (§ 408-9). Pero esto ya es una fase posterior a la acción creativa, una fase en la que sería inútil para el sujeto buscar su realización mediante el trabajo. Es en el trabajo en curso, o en curso de proyección, donde el sujeto se realiza más propiamente.
También relativiza Hegel la realización que el sujeto puede encontrar en el trabajo, o en su Obra, con otra constatación, que podríamos relacionar con la teoría de los torbellinos de información. A saber, que no hay relación racional entre la intención y el resultado, ni entre la calidad y la recepción. Una obra bien hecha, de intención acertada, planificación cuidadosa, y bien ejecutada, no tiene por qué tener mejor éxito o fortuna que una obra defectuosa. Así, el azar contribuye a la frustración de quien quiera realizarse en la acogida de su obra, más allá del acto de realización de la misma:
Es en el momento de la creación donde se experimenta la auténtica obra, la que dura (aunque sólo sea una permanencia ideal), "independientemente de lo que es sólo el resultado contingente de una acción individual, el resultado de circunstancias, de medios, y de una realidad contingentes" (§ 409). Es un trabajo en gran medida ilusorio o ideal: observa Hegel que a veces para hacer el trabajo ése basta con apropiarse imaginativamente de una situación, o hacer el plan. Lo de llevarlo a cabo ya es una fase ulterior y contingente, tan idealista es su noción del trabajo. De aquí se podría sacar también, ready-made, una teoría del ready-made à la Duchamp. Esto también es una forma de apropiación, claro, y una forma de realizar la obra de uno por el camino más directo posible, sólo como idea. Es el nacimiento de la noción del arte conceptual.
Pero hoy me interesaba más la teoría de la apropiación como reacción crítica a la obra original. Esta triangulación del sujeto, su Expresión u Obra, y el reciclaje de la misma en la respuesta del Receptor, la traté desde otro punto de vista en mi artículo sobre "Tematización retroactiva, interacción e interpretación: la espiral hermenéutica de Schleiermacher a Goffman". Retroactivamente, podemos incluir a Hegel en el diálogo, aunque sus ideas queden un tanto desposeídas en este nuevo contexto.
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