Adam's Tongue 5: Los nichos no son todo (son lo único)
viernes 17 de julio de 2009
Adam's Tongue 5: Los nichos no son todo (son lo único)
Reseña del libro de Derek Bickerton sobre el origen del lenguaje, Adam's Tongue (2009)
El problema del origen del lenguaje requiere relacionarlo con la biología de nuestra especie. Si somos la única especie con lenguaje, hay que estudiar en qué modo está inserto éste en la biología humana, y cómo su desarrollo es parte de la evolución humana (y no una "invención cultural" cualquiera). La teoría de la construcción de nichos ecológicos permite repensar esta cuestión.
El neo-darwinismo imperante durante la segunda mitad del siglo XX enfatizaba la adaptación al medio. La teoría de construcción de nichos enfatizará más bien la adaptación del medio: es "una teoría que hace jugar a los animales mismos un papel vital en su propia evolución" (93), y da así un papel más proactivo a los seres vivos (en especial, diría yo, a los más inteligentes):
Por ejemplo, los castores se construyen de modo obvio su propio entorno, y también se han hecho a él. Es una adecuación tal la que se da en tantas especies entre estructura corporal y entorno, que la explicación darwinista clásica no parecía suficiente a muchos (y de ahí la tentación del Diseño Inteligente): algo faltaba por añadir a la presión ambiental y la selección natural.
Bickerton habla de "la evolución de la evolución": Lamarck, el primer gran zoólogo evolucionista, quedó atrás al ser insuficientes sus explicaciones. Darwin propuso unos mecanismos evolutivos más flexibles y variados (¡incluyendo los lamarckistas!) pero si hoy hablamos de darwinismo es sobre todo por la exitosa combinación de sus teorías con la ciencia genética de Mendel, la "nueva síntesis" darwinista del siglo XX: "Los genes no son lo único, claro, aunque sería perdonable el pensar que lo son. En el consenso neodarwinista que ha dominado la biología durante un siglo, los animales son sólo vehículos para sus genes" (95)—son ante todo una fuente de variación genética sometida a un entorno activo y a unos genes hiperactivos. El comportamiento se hace depender implícitamente de los genes. Pero en realidad, con mayor frecuencia, el cambio de comportamiento se da primero, y los cambios genéticos van a remolque.
Un ejemplo es la tolerancia a la lactosa en los humanos adultos. Es producto de una mutación, pero una mutación que se ha difundido gracias a un cambio cultural. Antes hubiera sido disfuncional. Hoy, la práctica totalidad de los suecos y la inmensa mayoría de los americanos blancos son tolerantes a la lactosa: pero sólo un pequeño porcentaje de chinos, y no lo son los indios americanos. Esta diferencia genética se debe a un comportamiento cultural: a la cultura del pastoreo en los antepasados.
Esta teoría fue desarrollada por John Odling-Smee, Marcus Feldman y Kevin Laland (se expone en su libro Niche Construction: The Neglected Process in Evolution, Princeton UP, 2003). Contribuyó algunos aspectos Richard Dawkins en The Extended Phenotype (aunque en conjunto es muy crítico con la teoría, y un defensor de la predominancia del factor genético); también antes había ideas de Waddington, Lewontin, y otros estudiosos del comportamiento y la ecología.
Los nichos ecológicos tienen tres componentes esenciales: un hábitat o entorno físico, un tipo de alimentación, y los medios de obtenerla. Se suele concebir el medio como algo a lo que el animal se adapta: pero en realidad muchísimas especies construyen activamente su nicho, adaptando el ambiente a sí mismas: los castores, las hormigas cultivadoras de hongos, las lombrices. Darwin mismo mostró cómo las lombrices (descendientes de gusanos acuáticos) construyeron el suelo cultivable. Y la construcción de nichos por parte de una especie puede alterar significativamente el hábitat de otras especies.
Bickerton propone que la construcción de nichos es la clave para entender el origen del lenguaje, algo que faltaba en las teorías anteriores, especialmente en las de los lingüistas: "uno de los aspectos más flojos de de los estudios sobre la evolución del lenguaje era que no estaban integrados en una explicación global de cómo había evolucionado la especie humana en su conjunto" (103). La habilidad simbólica de nuestra especie es simplemente un caso de construcción de nicho ecológico, como lo son las capacidades especiales de otros seres para desenvolverse en su entorno (y no sólo casos como las "culturas" de los chimpancés, etc.): "la teoría de la construcción de nichos liga a los humanos con otros seres de una manera mucho más amplia y válida que las afirmaciones sobre la cultura de los chimpancés" (105). Esta teoría nos permite ver cómo el hiperdesarrollo de comportamientos aprendidos que se da en los humanos es un caso de construcción de nicho, y está basado en un instinto, el instinto del lenguaje, desarrollado evolutivamente: fue un comportamiento que guió un cambio genético, y continuó como cambios genéticos que guiaban el comportamiento. El lenguaje es tanto cultural como biológico, pero hasta ahora faltaba una teoría que permitiese integrar adecuadamente la interacción de biología y cultura que permitió la aparición del lenguaje.
Hay que buscar el origen del lenguaje, algo que no compartimos con otras especies, no en lo que compartíamos originalmente (el material genético) sino en lo que hacía a nuestros antepasados diferentes: es mucho más probable que la diferencia se hallase en el nicho ecológico construido por nuestros ancestros, un nicho muy distinto del de todos los demás simios. Bickerton propone identificar ese nicho y cómo contribuyó al origen del lenguaje y a la humanización.
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