Ha muerto tía Puri
—la tía de América, tía abuela de los pequeños. Ha llamado su marido Hilario para decírnoslo. Era hermana de mi suegra, que no fue nunca mi suegra pues murió antes de serlo. A la abuela Herminia los niños no la conocieron; a la tía Puri la han visto poco, ellos y nosotros, pues vivían en Tacuarembó, en la República Oriental—aunque nos visitaron un par de veces. Una de esas veces enseñó a andar a Ivo, que iba retrasadillo (en eso y luego en hablar), pero la tía lo estuvo paseando hasta que arrancó a andar el crío. Era la última vez que la veíamos, cuando se fueron; nos regaló una planta muy bonita, que ha crecido casi tanto como Ivo.
Ahora ha muerto de modo bastante repentino, de un paro cardíaco. El rayo destructor, que va dando al azar a unos y a otros a nuestro alrededor, aquí o en Tacuarembó, hasta que un día nos acierta. De jóvenes o de viejos; los viejos no mueren de viejos, sino de puro haber ido desafiando a la estadística durante años. Han tenido suerte de llegar a viejos, y suerte también han tenido (pues de todo hay) aquellos para quienes morirse no es una suerte sino una desgracia.
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