Lions for Lambs
Creo que la traducción de este título debería ser Leones para corderos, no Leones por corderos— En una escena están comparando a los ineptos políticos republicanos y sus estrategias de invasión de Irak of Afganistán con los clasistas e indignos mandos del Ejército Británico en la primera guerra mundial, malgastando las vidas de unos jóvenes muchos más valiosos que ellos (leones, y no borregos). Y de eso va en parte la película: sobre las mal encaminadas estrategias USA en sus invasiones, y el despilfarro de vidas americanas a que eso conduce.
Vidas americanas, digo—porque es una película americana americana, y no me refiero a quién la filmó o quién la pagó. Comienza con un rosario del goteo de víctimas americanas en Irak: muertos iraníes no entran en el planteamiento, ni esos coches bomba diarios en los mercados o academias de policía. Y de ahí pasamos a seguir angustiados el destino de dos soldados americanos en un monte de Afganistán, rodeados de enemigos invisibles, o inhumanos. La aviación va exterminando a esos aliens como moscas, pero siguen llegando. ¿Alguien ha dicho que esta película es antibélica, o anti-Bush?
Las muertes de esos dos muchachos, un negro y un chicano, son modélicas, eligen morir de pie y peleando. El director explica su actitud hacia ellos: no aprueba su decisión de ir allí, dice, pero la comprende y la admira. El director es Robert Redford, antiguo profesor de teoría política de los dos soldados. En medio de una exposición en clase, revelan teatralmente su decisión de alistarse. En la práctica, los motivos no son tan loables: antes que un análisis sopesado de la actuación de su país en Oriente, lo que los muchachos buscan es que el Ejército les pague la carrera, y un puesto de trabajo. Esto no queda muy analizado. Esta pareja eran partidarios de la lucha en el frente interior: contra la pobreza, la marginación, la exclusión social, etc., dentro de USA. Pero el camino por alguna razón pasaba por las montañas de Afganistán. Mala decisión, como dice su profesor. Y sin embargo, admirados quedan.
Esta es una de las tres historias simultáneas de la película. Los soldados han sido abandonados por accidente en un monte, en una operación fallida de despliegue militar. Pero el Ejército controla, y los vemos todo el rato en una imagen por satélite, o por avión espía, con sus mandos que procuran rescatarlos, a cualquier precio, por supuesto masacrando a todo afgano que se ponga por en medio a base de potencia de fuego. A esto llevan las cosas: aunque al espíritu de la película o a su espectador implícito, no parece producirle vergüenza ajena el desequilibrio de medios bélicos entre los norteamericanos y esos afganos desharrapados que los tienen en jaque. La posible cualidad "leonina" de esos otros jóvenes equivocados no entra en el cómputo.
Otra historia entrelazada con esta es la del estratega que pretende volver a ganar ahora la guerra de Afganistán, y de paso allanar su camino a la presidencia. Es un senador republicano ("Jasper Irving") interpretado muy adecuadamente por Tom Cruise, con toda la tensión y crueldad y falsedad inherente que puede proyectar el personaje, que no es poca. Esta estrategia puede que fracase. Y sin embargo, Cruisenador expone con pasión y convencimiento la importancia de la Guerra contra el Terror en los términos en que está planteada, y la amenaza del integrismo, y de los talibanes, y de Irán armado nuclearmente.... Se perfila en el horizonte que va a ganar la guerra también a cualquier precio, haciendo lo que sea necesario ("you can quote me there"), entendiendo por ello el uso de armas nucleares cuando llegue el momento para exterminar a las bestias (aunque eso se guarda de decirlo explícitamente). Todo esto lo explica a la periodista Meryl Streep, "Janine Roth", contando con ella para vender la idea al público americano. Ella, la prensa demócrata, se resiste a ser nuevamente manipulada como hizo con la invasión de Irak, cuando la histeria de las torres gemelas... le horroriza la idea de la guerra nuclear. Y sin embargo, presionada por su jefe, acabará escribiendo la historia. Que de todos modos se pierde entre la telebasura. La historia seguirá su curso mientras los americanos ven los programas del corazón en la tele.
La tercera historia simultaneada ese mismo día ya la he mencionado: es la de Robert Redford como profesor de ciencia política ("Stephen Malley"), tratando los problemas de responsabilidad social, motivación y sentido de la vida con un estudiante brillante al que ve a punto de hundirse en el escepticismo y la molicie comodona. Le recuerda a sus compañeros de clase (esta historia, como la central que es estructuralmente hablando, es la única que soporta flashbacks), y le anima no a alistarse precisamente, sino a seguir "la batalla interior" por la justicia social. Pero el muchacho al parecer, rico y con el futuro asegurado, prefiere la vida fácil. Como tantos americanos de su generación, ha decidido que el mundo no tiene remedio y que más vale dejar hacer a los políticos y maleantes, y disfrutar la propia vida. Sin embargo, queda el final abierto: el muchacho se ha quedado pensando tras la conversación con el profesor: puede optar por un notable sin dar pique, y aceptar su bajeza moral, o trabajar en un proyecto y jugársela. Final abierto, pero no seamos optimistas.
La película va de decisiones graves por tomar, de la responsabilidad moral de tomarlas como algo que nos define como personas. Está bien planteada en ese sentido, aunque resultan un tanto confusas las decisiones tomadas en todos los casos. La más errónea, la que llevará al ataque nuclear contra Irán, es la más convincentemente argumentada por el falso Tom Cruise. Visto lo mucho que hay en juego si se demuestra que los USA no pueden poner orden en el mundo. Frente a esa determinación (sobre todo por llegar a la Casa Blanca) las demás decisiones—la de la periodista, si colaborar o no, la de los pobres parias, alistándose— parecen confusas o torpes. Los gestos y las acciones efectivas (con la sonrisa Cruise, con la cámara Redford) contradicen el discurso teórico pronunciado. Y así (the best lack all conviction, while the worst are full of passionate intensity) la dinámica de la guerra seguirá su curso. Para dejarte pensando, y temblando por los iraníes que pillen por enmedio.
Vidas americanas, digo—porque es una película americana americana, y no me refiero a quién la filmó o quién la pagó. Comienza con un rosario del goteo de víctimas americanas en Irak: muertos iraníes no entran en el planteamiento, ni esos coches bomba diarios en los mercados o academias de policía. Y de ahí pasamos a seguir angustiados el destino de dos soldados americanos en un monte de Afganistán, rodeados de enemigos invisibles, o inhumanos. La aviación va exterminando a esos aliens como moscas, pero siguen llegando. ¿Alguien ha dicho que esta película es antibélica, o anti-Bush?
Las muertes de esos dos muchachos, un negro y un chicano, son modélicas, eligen morir de pie y peleando. El director explica su actitud hacia ellos: no aprueba su decisión de ir allí, dice, pero la comprende y la admira. El director es Robert Redford, antiguo profesor de teoría política de los dos soldados. En medio de una exposición en clase, revelan teatralmente su decisión de alistarse. En la práctica, los motivos no son tan loables: antes que un análisis sopesado de la actuación de su país en Oriente, lo que los muchachos buscan es que el Ejército les pague la carrera, y un puesto de trabajo. Esto no queda muy analizado. Esta pareja eran partidarios de la lucha en el frente interior: contra la pobreza, la marginación, la exclusión social, etc., dentro de USA. Pero el camino por alguna razón pasaba por las montañas de Afganistán. Mala decisión, como dice su profesor. Y sin embargo, admirados quedan.
Esta es una de las tres historias simultáneas de la película. Los soldados han sido abandonados por accidente en un monte, en una operación fallida de despliegue militar. Pero el Ejército controla, y los vemos todo el rato en una imagen por satélite, o por avión espía, con sus mandos que procuran rescatarlos, a cualquier precio, por supuesto masacrando a todo afgano que se ponga por en medio a base de potencia de fuego. A esto llevan las cosas: aunque al espíritu de la película o a su espectador implícito, no parece producirle vergüenza ajena el desequilibrio de medios bélicos entre los norteamericanos y esos afganos desharrapados que los tienen en jaque. La posible cualidad "leonina" de esos otros jóvenes equivocados no entra en el cómputo.
Otra historia entrelazada con esta es la del estratega que pretende volver a ganar ahora la guerra de Afganistán, y de paso allanar su camino a la presidencia. Es un senador republicano ("Jasper Irving") interpretado muy adecuadamente por Tom Cruise, con toda la tensión y crueldad y falsedad inherente que puede proyectar el personaje, que no es poca. Esta estrategia puede que fracase. Y sin embargo, Cruisenador expone con pasión y convencimiento la importancia de la Guerra contra el Terror en los términos en que está planteada, y la amenaza del integrismo, y de los talibanes, y de Irán armado nuclearmente.... Se perfila en el horizonte que va a ganar la guerra también a cualquier precio, haciendo lo que sea necesario ("you can quote me there"), entendiendo por ello el uso de armas nucleares cuando llegue el momento para exterminar a las bestias (aunque eso se guarda de decirlo explícitamente). Todo esto lo explica a la periodista Meryl Streep, "Janine Roth", contando con ella para vender la idea al público americano. Ella, la prensa demócrata, se resiste a ser nuevamente manipulada como hizo con la invasión de Irak, cuando la histeria de las torres gemelas... le horroriza la idea de la guerra nuclear. Y sin embargo, presionada por su jefe, acabará escribiendo la historia. Que de todos modos se pierde entre la telebasura. La historia seguirá su curso mientras los americanos ven los programas del corazón en la tele.
La tercera historia simultaneada ese mismo día ya la he mencionado: es la de Robert Redford como profesor de ciencia política ("Stephen Malley"), tratando los problemas de responsabilidad social, motivación y sentido de la vida con un estudiante brillante al que ve a punto de hundirse en el escepticismo y la molicie comodona. Le recuerda a sus compañeros de clase (esta historia, como la central que es estructuralmente hablando, es la única que soporta flashbacks), y le anima no a alistarse precisamente, sino a seguir "la batalla interior" por la justicia social. Pero el muchacho al parecer, rico y con el futuro asegurado, prefiere la vida fácil. Como tantos americanos de su generación, ha decidido que el mundo no tiene remedio y que más vale dejar hacer a los políticos y maleantes, y disfrutar la propia vida. Sin embargo, queda el final abierto: el muchacho se ha quedado pensando tras la conversación con el profesor: puede optar por un notable sin dar pique, y aceptar su bajeza moral, o trabajar en un proyecto y jugársela. Final abierto, pero no seamos optimistas.
La película va de decisiones graves por tomar, de la responsabilidad moral de tomarlas como algo que nos define como personas. Está bien planteada en ese sentido, aunque resultan un tanto confusas las decisiones tomadas en todos los casos. La más errónea, la que llevará al ataque nuclear contra Irán, es la más convincentemente argumentada por el falso Tom Cruise. Visto lo mucho que hay en juego si se demuestra que los USA no pueden poner orden en el mundo. Frente a esa determinación (sobre todo por llegar a la Casa Blanca) las demás decisiones—la de la periodista, si colaborar o no, la de los pobres parias, alistándose— parecen confusas o torpes. Los gestos y las acciones efectivas (con la sonrisa Cruise, con la cámara Redford) contradicen el discurso teórico pronunciado. Y así (the best lack all conviction, while the worst are full of passionate intensity) la dinámica de la guerra seguirá su curso. Para dejarte pensando, y temblando por los iraníes que pillen por enmedio.
0 comentarios