La noche de la Tempestad
Es éste un libro de César Vidal (Random House Mondadori) publicado si hemos de creer la fecha que lleva impresa en "abril de 2007", o sea hoy. Se trata de una fantasía sobre la vida de Shakespeare, que mezcla datos conocidos con otros inventados, como toda novela "histórica" en sentido amplio. Menos aceptable es que se dedique a veces a contradecir gratuitamente los hechos históricos por conveniencia del argumento, y que de hecho toda la vida que cuenta esté distorsionada por la idea que lleva el autor en mente, una historia de infidelidad y celos que tiene bien poco que ver con el Shakespeare histórico.
La novela está narrada por la hija mayor de Shakespeare, Susanna, que inmediatamente tras la muerte del Bardo en 1616 cuenta cómo uno de los actores que asistieron a la lectura del testamento de Shakespeare la citó para contarle secretos que desconocía sobre su padre y su familia. En esa conversación retransmitida (narración narrada) consiste el grueso de la novela, salpicada por muchas citas shakespeareanas memorizadas por el actor y aplicadas a propósito. En el testamento Shakespeare nombró a Susanna heredera de la práctica totalidad de sus bienes, a la vez que desheredaba a efectos prácticos a su esposa Anne (le da sólo "mi segunda mejor cama") y a su hija Judith (mal casada en opinión de su padre). Estos hechos testamentarios reales le dan pie a Vidal para elaborar una historia de infidelidad no de Shakespeare (que podría parecer abundantemente documentada por su vida y obra) sino de su esposa (lo cual es pura invención).
La novela también abunda en epígrafes y citas shakespearianas responsabilidad del autor. Por ejemplo, "El hombre no pasa de ser un asno si va por ahí contando lo que ha soñado" (El sueño de una noche de verano IV.1)
Al saber de la infidelidad de su esposa, al saber que sus hijos gemelos no son hijos suyos (otro engendro de César Vidal), Shakespeare cita a Otelo y sale de Londres para vengarse, pero por accidente oye, ya cerca de Stratford, la predicación de un pastor protestante sobre la perdición del alma, y recapacita. En su lugar se limitará a hacer testamento, a escribir Otelo, y seguirá manteniendo a su mujer, a Susanna y a su hermana("stra") Judith, a pesar de las acusaciones de tacañería de una Anne mentirosa además de engañadora. A cambio de ennegrecer su carácter, Vidal convierte a Anne Hathaway en una mocita adolescente, más joven que el autor, cuando se casaron, y en el amor de su vida durante mucho tiempo, cosa que desafía la suspensión de incredulidad.
Como en Shakespeare in Love, o como en otras ficciones shakespearianas (y como en las biografías, si bien allí normalmente con más recato), se atribuyen aquí a la vida y experiencia propia del autor muchos sentimientos, frases y situaciones de sus obras—hasta el pañuelo de Otelo. Con variaciones, a veces, claro: Otelo lo escribe por inversión, como consuelo imaginativo, para "alterar lo que sucedió hace años con el dominio prodigioso de la palabra". También de esa ficcionalización compensatoria de la propia vida surge La Tempestad, historia de un hombre traicionado en su confianza, aislado del mundo con su única hija (imagen aquí de Susanna) y que elige el perdón en lugar de la venganza. Como le dice el actor-narrador a la dudosa Susanna, "Vos, como yo, como vuestro padre, como Próspero y Miranda, estáis creada de la misma sustancia sutil con que se tejen los sueños" (212). Así también interpreta Vidal el arrepentimiento y sermoneo que dedica Próspero/Shakespeare en esta obra a Miranda sobre "la desgracia que puede recaer sobre una mujer que se entrega a un hombre antes de contraer matrimonio y en la comedia os insistió para que no desatarais el nudo virginal antes de llegar al altar" (213). (Aunque aquí las fechas no peguen mucho tampoco).
El actor/narrador se volatiliza y le deja a Susanna un ejemplar de La Tempestad (de una edición perdida o fantasmal será). Susanna descubre mientras la lee que su padre, a modo de "mago" benévolo, ha venido financiando su matrimonio con John Hall. Y al interrogar a su marido descubre que John es un puritano, de esos que cuando iba a vengarse le hicieron cambiar de idea con sus predicaciones (Susanna, por cierto, no es católica aquí, hablando de religiones). También descubre Susannarradora que el actor vestido de verde con el que se ha entrevistado era una aparición: Ariel invisible (a pesar de ser un poco gordo de más, este Ariel, como Vidal).
El último capítulo, narrado por Susanna en 1619, con ocasión de la inauguración del monumento funerario a su padre, también trastoca algunos hechos históricos, como el asunto extramatrimonial de su cuñado Thomas, marido de Judith—asunto que sucedió años antes, que ya era conocido de Shakespeare y de hecho le llevó a modificar el testamento. También se pierde Vidal una bonita ocasión de usar la historia del anillo de Shakespeare... que se quedará esperando a otro novelista quizá. En suma, queda Shakespeare como "un autor que se valía del teatro para dar salida a sus sentimientos más hondos del tipo que fueran, un hombre profundamente enamorado, un ser engañado que logró perdonar y, por encima de todo, un padre amoroso" (252). (También Vidal dedica la Tempestad ésta a su hija Lara—¿any personal investment here?). Y termina la novela con la confianza de Susanna en la paz del alma de su padre y en la salvación prometida por Cristo, que es el mejor lector de Shakespeare, el que lee su corazón (mejorando lo presente).
Bueno, miento, termina la obra con una profesión de fe de Vidal donde sostiene la plausibilidad de esta conjetura, asegura (con cierta inexactitud) que todos los datos históricos atestiguados son exactos, y la firma en "Madrid, Día de la Reforma 2006". Aunque Vidal no llega a hacerlo protestante de vocación como a su yerno, del Shakespeare criptocatólico no hay aquí ni rastro, claro.
Es posible que Shakespeare hubiese desarrollado una aversión notable a su esposa. Otros lo han creído; aunque no lo dice Vidal, se ha interpretado el epígrafe de este libro, la inscripción funeraria "Maldito sea el que mueva mis huesos", como una prohibición del autor de que se enterrase con él a su mujer. Y sin embargo, leyendo leyendo a Shakespeare se queda uno con la duda de si no serían sus propias propensiones, sus prioridades vitales y obsesiones las principales causantes del fracaso del matrimonio, y no tanto la vilipendiada Anne. En todo caso no se dedicó Shakespeare a ennegrecerla tanto como hace Vidal aquí; como digo parece haber bastante de fantasía interesada y autoproyección alegórica en todo el asunto. Del Shakespeare bisexual o mujeriego no hay aquí rastro; ni de su hipotético hijo ilegítimo Davenant, ya puestos, por supuesto. Es un casto varón sin tacha, cosa que desafía la credulidad y la probabilidad histórica, y nos hace sospechar de un Shakespeare "rebosante de sabios refranes" pero cortado a medida del autor y de las necesidades del proyecto. Es interesante sin embargo este asunto de la proyección de la vida en la obra. Si supiese algo más de César Vidal, podría analizarlo mejor; aunque tras leerlo, creo saber algo más—a menos que me lo esté imaginando.
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