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Vanity Fea

En las escaleras del Conservatorio

(Traduzco aquí el cuento de Donald Barthelme "On the Steps of the Conservatory", de Sixty Stories, aparecido en Great Days, 1979).

– Vamos Hilda no te preocupes.
– Bueno Maggie es que es un golpe.
– Que no te preocupes, no dejes que no te vaya a deprimir.
– Antes pensaba que me iban a admitir al Conservatorio pero ahora sé que nunca me admitirán al Conservatorio.
– Sí son muy suyos con la gente que admiten al Conservatorio. Nunca te admitirán al Conservatorio.
– Nunca me admitirán al Conservatorio, ahora lo sé.
– No tienes madera de Conservatorio me temo. Esa es la verdad pura y simple.
– No eres importante, me dijeron, sólo acuérdate de eso, no eres importante. ¿Qué tienes tan importante? ¿Qué?
– Vamos Hilda no te preocupes.
– Bueno Maggie es que es un golpe.
– ¿Cuándo te vas a cambiar, a convertirte en un pan o en un pez?
– Enseñan simbología cristiana en el Conservatorio, también simbología islámica, y la simbología de la Seguridad Pública.
– Círculos rojos, amarillos y verdes.
– Cuando me lo dijeron, agarré las guías de mi calesita china, y me alejé trotando pesadamente.
– Los grandes portalones forjados del Conservatorio, cerrados para tí para siempre.
– Me alejé trotando pesadamente, hacia mi casa. Mi casa pequeña, pobre.
– Vamos Hilda no te preocupes.
– Sí, todavía estoy intentando entrar en el Conservatorio, aunque seguramente tengo menos oportunidades que nunca.
– No quieren mujeres embarazadas en el Conservatorio.
 – No se lo dije. Les mentí sobre eso.
– ¿No te preguntaron?
– No, se olvidaron de preguntarme y yo no se lo conté.
– Bueno, pues malamente será por eso por lo que...
– Noté que lo sabían.
– El Conservatorio es hostil al nuevo espíritu, allí el nuevo espíritu no se aprecia.
– Bueno Maggie de todos modos es un golpe. Tenía que volver a mi casa.
– Donde aunque recibes a los artistas e intelectuales más destacados de tu tiempo te vas desesperando y deprimiendo progresivamente.
– Sí era un desastre como abogante.
– ¿Como amante?
– Eso también, de espanto. Dijo que no me podía hacer entrar en el Conservatorio por mi falta de importancia.
– ¿Había gastos de matrícula?
– Siempre hay gastos de matrícula. Libras y libras.
– Estaba yo en la terraza trasera del Conservatorio y estudiaba las losas enrojecidas con la sangre vital de generaciones de estudiantes del Conservatorio. Allí de pie me dije: Hilda jamás será admitida al Conservatorio.
– Leí la Circular del Conservatorio y mi nombre no estaba entre los de la lista.
– Bueno, supongo que fue en parte tu adherencia al nuevo espíritu lo que influyó en contra tuya.
– Nunca abjuraré del nuevo espíritu.
– Y además eres una veterana. Habría pensado yo que eso inclinaría la balanza a tu favor.
– Bueno Maggie es una decepción. Tengo que admitirlo francamente.
– Vamos Hilda no llores ni te arranques el pelo aquí que te pueden ver.
– ¿Están mirando por las ventanas?
– Probablemente estarán mirando por las ventanas.
– Se dice que importan un cocinero los días de fiesta.
– Tienen modelos desnudos también.
– ¿De verdad, crees? No me sorprende.
– A los mejores estudiantes les suben la comida en bandejas.
– ¿De verdad, crees? No me sorprende.
– Ensaladas de cereal y grandes porciones de viandas selectas.
– Ay, duele, duele, duele.
– Pan espolvoreado, y los días de fiesta pastel.
– Tengo tanto talento como ellos, tengo tanto talento como algunos de ellos.
– Decisiones tomadas por un comité de espíritus. Dejan caer judías blancas o negras en un cuenco.
– En tiempos pensé que me iban a admitir. Hubo cartas alentadoras.
– No tienes madera de Conservatorio me temo. Sólo la mejor madera es madera de Conservatorio.
– Soy tan buena como algunos de esos que ahora descansan en blandas camas de Conservatorio.
– El mérito siempre se examina con detalle.
– Podría devolverles la sonrisa a las caras sonrientes de los rápidos, peligrosos profesores.
– Sí, tenemos modelos desnudos. No, no tenemos relaciones emocionales con los modelos desnudos.
– Podría trabajar con arcilla o pegar cosas juntas.
– Sí, a veces les pegamos cosas encima a los modelos desnudos—ropa, mayormente. Sí, a veces tocamos con nuestros violines de Conservatorio, violonchelos, trompetas, para los modelos desnudos, o les cantamos, o les hacemos correcciones lingüísticas, mientras nuestros hábiles dedos vuelan sobre los blocs...
– Supongo que podría rellenar otro impreso de solicitud, o varios.
– Sí, ahora llevas una tripa bastante notable. Me acuerdo cuando era plana, plana como un libro.
– Me moriré si no entro en el conservatorio, me muero.
– Naaa.. no te morirás, eso sólo lo dices.
– La palmaré del todo si no entro en el Conservatorio, te lo prometo.
– Las cosas no están tan mal, siempre puedes hacer otra cosa, qué sé yo, vamos Hilda sé razonable.
– Toda mi vida depende de esto.
– Ay Dios me acuerdo cuando estaba plana. Menudo si rompíamos cosas. Me acuerdo de ir corriendo por esa ciudad, escondiéndonos en sitios oscuros, era una ciudad estupenda y qué pena que nos fuimos.
– Ahora hemos crecido, adultas y decentes.
– Bueno, te engañé. Sí tenemos relaciones emocionales con los modelos desnudos.
– ¿Sí?
– Los amamos, y nos acostamos con ellos continuamente. Antes del desayuno, después del desayuno, durante el desayuno.
– ¡Oye, pues eso está muy bien!
– ¡Oye, pues está genial!
– ¡Me gusta!
– ¡No está tan mal!
– Ójala no me lo hubieses contado.
– Venga Hilda no seas tan obsesiva, hay muchas otras cosas que puedes hacer si quieres.
– Supongo que operan con algún tipo de principio de exclusividad. Mantener a algunas personas fuera, mientras dejan entrar a otras personas.
– Tenemos ahí dentro un indio Coushatta, un auténtico indio Coushatta de pura sangre.
– ¿Allí dentro?
– Sí. Hace muros colgantes de retazos de tela y palitos, muy bonitos, y hace pinturas de arena y toca silbatos de varios tipos, a veces canturrea, y le da a un tambor, trabaja la plata, también es tejedor, y traduce cosas del inglés al Coushatta y del Coushatta al inglés y también es un tirador de élite y puede tumbar reses como un bulldog y coger siluros con hilos de pescar múltiples y cabalgar sin silla de montar y hacer medicina con ingredientes comunes, aspirina mayormente, y canta y también es actor. Tiene mucho talento.
– Toda mi vida depende de ello.
– Escucha Hilda, quizá puedas ser una Asociada. Hay un trato que tenemos según el cual pagas doce dólares al año, y eso te convierte en Asociada. Recibes la Circular y tienes todos los privilegios de una Asociada.
– ¿Que son?
– Recibes la Circular.
– ¿Y eso es todo?
– Bueno, supongo que tienes razón.
– Me voy a sentar aquí sin más no me voy a ir.
– Tu profunda pena me resulta conmovedora.
– Tendré al niño aquí mismo en estos escalones.
– Bueno, quizá uno de estos días haya buenas noticias.
– Me siento como un muerto sentado en una silla.
– Aún eres bonita y atractiva.
– Qué bueno oírlo, me alegro de que lo pienses.
– Y cálida, eres cálida eres muy cálida.
– Sí tengo una naturaleza cálida muy cálida.
– ¿No estabas hace años también en Peace Corps?
– Sí, y conduje ambulancias allá en Nicaragua.
– La vida en el Conservatorio es igual de paradisíaca que como te la imaginas—exactamente así.
– Supongo que tendré que volver a mi casa sin más, hacer la limpieza, sacar los papeles y la basura.
– Supongo que ese chaval nacerá uno de estos días, ¿no?
– Y continuar trabajando en mis Estudios digan lo que digan.
– Eso es admirable creo.
– La cosa es no dejar que te venzan el espíritu.
– Supongo que después de un tiempo nacerá el chaval, ¿no?
– Supongo. Esos mierdamocos de verdad que me van a dejar fuera, ¿sabes?
– Tienen mentes inflexibles y rígidas.
– Probablemente porque soy una pobre embarazada, ¿no crees?
– Decías que no se lo habías dicho.
– Pero quizá sean psicólogos muy penetrantes y lo podían saber con sólo mirarme a la cara.
– No aún no se nota ¿de cuantos meses estás?
– Dos y medio, se nota justo cuando me quito la ropa.
– No te quitaste la ropa, ¿verdad?
– No, llevaba sabes lo que llevan los estudiantes, vaqueros y un poncho. Llevaba una cartera verde.
– Llena a rebosar de Estudios.
– Sí. Me preguntó dónde me había formado antes y se lo dije.
– Ay chica me acuerdo cuando estaba plana, plana como la cubierta de algo, un barco, un navío.
– No eres importante me dijeron.
– Ay cariño lo siento tanto por tí.
– Nos separamos entonces, yo andando por la preciosa luz de Conservatorio hasta el hall, y luego pasando por los grandes portalones de hierro forjado del Conservatorio.
– Yo era una cara al otro lado del cristal.
– Mi aspecto mientras me alejaba extremadamente digno y sereno.
– El tiempo todo lo cura.
– No, no lo cura.
– El labio cortado, el labio gordo, el labio hinchado, el labio partido.
– ¡Jua jua jua jua!
– Bueno Hilda hay otras cosas en la vida.
– Sí Maggie, supongo que sí. Ninguna que yo quiera.
– La gente que No Es del Conservatorio tiene su vida propia. La gente del Conservatorio no es que tenga mucho trato con ellos, pero nos dicen que tienen su vida propia.
– Supongo que podría inteponer un recurso si se puede interponer un recurso a alguien. Si hay alguien.
– Sí, es una idea, nos llegan remesas de recursos, remesas y remesas.
– Puedo esperar toda la noche. Aquí en los escalones.
– Me sentaré contigo. Te ayudaré a formular las palabras.
– ¿Están mirando por las ventanas?
– Sí, creo. ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que toda mi vida depende de eso. Algo así.
– Va contra las reglas que la gente del Conservatorio ayude a la gente que no es del Conservatorio, sabes.
– Joder, vaya, pensaba que me ibas a ayudar.
– Vale, te ayudaré. ¿Qué quieres decir?
– Quiero decir que toda mi vida depende de esto. Algo así.
– Tenemos modelos desnudos hombres y modelos desnudas mujeres, arpas, plantas en macetas gigantes, y cortinajes. Hay jerarquías, unas personas situadas más alto, otras más abajo. Se mezclan unos y otros, en la luz preciosa. Nos divertimos un montón. Hay montones de mobiliario verde, sabes, con pintura. Con pintura verde desgastada. Líneas de dorados a un centímetro del borde. Líneas doradas desgastadas.
– Y probablemente llamitas ornamentales en hornacinas en las paredes, ¿no?
– Pues sí, tenemos llamitas. ¿Quién es el padre?
– Un tío, Roberto se llama.
– ¿Os lo pasásteis bien?
– El rollo siguió el trayecto habitual. Fiebre, aburrimiento, atrapada.
– Caliente, a remojo, centrifugado.
– ¿Es todo maravilloso allí, Maggie?
– Tengo que decir que sí. Sí. Maravilloso.
– ¿Y te sientes genial, estando allí? ¿Te sientes de maravilla?
– Sí, se siente uno muy bien. Con frecuencia hay, en la bandeja, una rosa.
– Nunca me admitirán al Conservatorio.
– Nunca te admitirán al Conservatorio.
– ¿Qué aspecto tengo?
– Bueno. Malo no. Muy bueno.
– Nunca entraré. ¿Qué aspecto tengo?
– Muy bueno. Genial. El tiempo lo cura todo, Hilda.
– No, no lo cura.
– El tiempo lo cura todo.
– No, no lo cura. ¿Qué aspecto tengo?
– Discutible.


Barthelme, intent



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