Románico y rompientes
Normalmente vamos a las playas de Viveiro, donde no se ve mucha gente, la mayoría señoras y ancianos (se pregunta uno dónde está la juventud y niñez de este país--en este mar, no). Pero también exploramos las playas de pueblos vecinos y las calas que calamos. A una de esas, la playa de Portonovo (que de puerto nada, pues estaba totalmente aislada de la civilización) hemos bajado por una pista de tierra que ha puesto a prueba el coche a la subida, lo hemos tratado como si fuese un cuatro por cuatro dieciséis, y para subir nos hemos apeado los cuatro pasajeros mientras la brava conductora subía en primera a toda leche con las ruedas patinando y el coche lanzando grava y haciendo eses por la rampa arriba. No había chalets ni chiringuitos en varios kilómetros a la vista. Había algunas personas en la playa, bañistas y pescadores; alguno no sé si lograría sacar el coche de allí... Pero ninguna persona le prestaba atención a lo que hemos visto--y que no se veía a primera vista, la verdad. Es de esas cosas que sólo te fijas cuando te las dicen, y por casualidad nos hemos dado cuenta. En las guías desde luego no viene anunciada. Es una especie de capilla primitiva que hay en las rocas ya casi a la altura donde rompen las olas. La playa es pequeña, limitada por dos promontorios rocosos y otra roca saliente en medio dividiéndola en dos, y ella misma dividida por una hendidura. Pues en el promontorio de la derecha, que se adentra en el mar y donde se pone la gente a pescar, hay una cueva que sí se ve perfectamente, una cueva pequeñita, justo para que quepa una persona dentro, pero bien definida: es una cueva, no un hueco en la roca. Está a unos tres metros por encima de donde rompían las olas; con marea alta, seguro que en ocasiones llega el mar hasta ella. Justo al lado de la cueva, a la derecha, hay tres figuras esculpidas en la roca; bajorrelieves, y tan bajos que están prácticamente al nivel del mar. Apenas se distinguen las figuras, como digo, en parte porque las rocas tienen formas muy variadas, y en parte porque están casi borradas; están más o menos tan definidas de rasgos como la Venus de Willendorf, aunque tienen el tamaño de personas (les faltan las piernas). Se encuentran en una especie de hornacinas talladas en la roca, que es allí más blanda y fácil de esculpir por una veta diferente que recorre el promontorio. El aspecto general recuerda el de las tallas románicas tardías, con proporciones casi góticas pero como digo totalmente difusas y borradas. La primera figura parece un hombre, la segunda una mujer (quizá tenga un niño en brazos, no se llega a apreciar) y la tercera un niño; ésta tiene además una aureola muy clara tallada alrededor de la cabeza. Las tres miran al frente. Entre la primera y la segunda, las hornacinas están separadas por un asomo de columna tallada en la roca también, y en la columna hay como una calavera, aunque los agujeros de boca y ojos se mezclan con otros agujeros que salpican la roca. ¿Será obra inacabada de un jipi aficionado al románico, hace cuarenta años? ¿Será un viejo santuario de cuando había aquí un puerto realmente, si jamás lo hubo (que no creo)? ¿Habrá habido alguna aparición milagrosa en la cueva? ¿Será un sitio sagrado desde tiempo inmemorial, reconvertido al cristianismo? Quizá lleven allí siglo tras siglo, cada vez más borrosas y olvidadas, muerta hace cientos de años la última vieja que puso allí un cirio. Puedes imaginar lo que quieras, mirándoles la cara erosionada a las figuras y oyendo romper las olas en esta costa sin gente.
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JoseAngel -
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